En Venezuela todos los políticos de oposición están inhabilitados. Lo que pasa es que algunos no se han enterado. Y hay otras verdades incómodas que debemos tener presentes a propósito de las elecciones
Tengo que confesar que no tenía mayor interés en entrar en la opinión pública en relación con el fraudulento proceso presidencial convocado por el CNE para el 28 de julio. Pero luego de ver “Simón”, recordé que el silencio no es una opción cuando se trata de defender derechos humanos.
Así, leyendo algunos de los comentarios -de analistas venezolanos y extranjeros- creo que el “debate” en torno a este proceso está estancado en lugar comunes que no toman en cuenta las lecciones aprendidas en estos años.
Quizás ello se debe a la resistencia de salir de la zona de confort, o quizás yo esté interpretando mal los hechos. Pero, en cualquier caso, estas son -en mi opinión- las seis verdades (incómodas) que parecieran eludirse.
Advierto: estas verdades las expongo en un tono deliberadamente polémico. Si usted quiere seguir en su zona de confort, mejor no siga leyendo.
El voto no elige
Hay quien enfoca el problema de Venezuela como un problema de mayorías versus minorías. Si la gente se organiza y vota masivamente, entonces, Maduro será derrotado.
Este diagnóstico ignora que, en el siglo XXI, son comunes las tiranías de las minorías. Lo de unirse para votar funciona si hay condiciones de integridad electoral, pero ese no es el caso en Venezuela. Ser mayoría no es suficiente, pues en Venezuela el voto no elige.
El acuerdo de Barbados intentó rescatar algunas garantías electorales básicas, pero su objetivo fracasó estrepitosamente. En realidad, más que seguir denunciando las violaciones a ese acuerdo, creo que deberíamos reconocer que nunca tuvo vigencia práctica.
Actuar como si esas garantías se hubiesen implementado, enfocando el evento del 28 de julio como un asunto del voto organizado, es un serio error, pues las dictaduras no salen con votos (de lo contrario, no serían dictaduras).
El mito del boicot electoral
Otros han criticado -anticipadamente- la táctica del boicot electoral. Debo aclarar que esa táctica no se ha implementado en Venezuela. Lo que la oposición ha hecho -de manera intermitente y errática- es desconocer algunos procesos electorales, como sucedió con la fraudulenta elección de 2018.
El llamado a no votar ha sido confundido con el boicot. Mientras el boicot requiere movilizar a los electores para protestar contra un proceso fraudulento, el llamado a no votar estimula la desmovilización. Y ningún cambio político va a lograrse desmovilizando a los electores.
Con lo cual, aclaro, que el voto no elija en Venezuela no significa que la mejor táctica frente al 28 de julio es no hacer nada. Nunca la mejor opción es no hacer nada.
El mito del boicot también refleja la manera binaria -e irracional- con la cual la oposición se ha enfrentado al fraude electoral: llamó a votar en las regionales de 2017, pero apoyó la abstención en 2018; llamó a la abstención en las parlamentarias de 2020, pero defendió el voto en 2021. Una vez intenté descubrir si había en esta intermitencia algún vestigio de estrategia racional. Todavía sigo buscando.
Movilización no es igual a voto
Como resultado de estas posiciones binarias y bipolares (con llamados que van de “todos a votar” a “que nadie vote”), se ha confundido el voto con la movilización.
Hay quien opina que en 2018 la oposición se salió de la ruta electoral, pero volvió a ella con las regionales de 2021. Tal afirmación ignora que en Venezuela no hay ruta electoral, y, por lo tanto, nadie pude entrar o salir de esa ruta. Repito: en Venezuela el voto no elige y hace tiempo que ser mayoría no basta.
Asunto del todo distinto es la movilización que puede lograrse con ocasión a un proceso electoral fraudulento. Mientras que en democracias el voto elige, en regímenes autoritarios el voto, que no elige, puede ser una excusa para movilizar a las personas y así, impedir la consolidación del régimen autoritario.
Esta es una de las razones por las cuales las autocracias hacen elecciones: para promover la abstención y consolidar su dominio. Los llamados a no votar favorecena las autocracias.
Pero esta movilización, nótese bien, es una estrategia no-electoral. No es que la dictadura va a salir con el voto. Es que la movilización popular impulsada por un proceso fraudulento puede generar condiciones favorables a una transición.
Es fundamental no confundir el voto con la movilización electoral. En elecciones legítimas, la movilización termina el día de la elección. En procesos fraudulentos, la movilización debe continuar.
El mito del poder de la oposición (o la mentira del conflicto tóxico)
Hay una creciente línea que enfoca el problema de Venezuela como un conflicto tóxico “de ambos lados” en el cual la oposición es corresponsable, y en ocasiones, responsable único, de la crisis.
Es decir, que las víctimas de violaciones de derechos humanas pasan a ser, en esta manipulación propia de la posverdad, victimarios.
El conflicto de Venezuela no es un asunto de ambos lados. Este conflicto fue causado por los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro que emprendieron políticas predatorias que destruyeron la economía y violaron sistemáticamente derechos humanos. Basta con leer la reciente sentencia de la Cámara de Apelaciones de la Corte Penal Internacional para comprobar la falacia del conflicto tóxico.
Esto no quiere decir que la oposición no ha cometido errores. Sí los ha cometido, y en abundancia (eso me consta, por lo demás). Pero no podemos ignorar la naturaleza del problema, y pensar en un conflicto tóxico que se va a solucionar con la coexistencia. En realidad, coexistencia (más bien, sobrevivencia) hay. El reto es lograr la coexistencia democrática, lo que pasa por desplazar a la élite que, sistemáticamente, destruye toda disidencia.
Pero, además, esta falacia le da demasiado peso a la oposición. Por ejemplo, se culpa a la oposición por la abstención en las elecciones de 2018, pues la estrategia fue llamar a no votar.
Para empezar, hay que aclarar que sí hubo un candidato de oposición en 2018, que incluso, cuestionó -sin éxito- el resultado electoral. Algunos partidos llamaron a votar, pero, ciertamente, la mayoría de la oposición llamó a no votar. Sería errado pensar que la abstención se debió a la fiel militancia con la cual los venezolanos siguieron los llamados de la oposición.
La abstención del 2018 reflejó más bien el cansancio de los venezolanos ante un sistema electoral fraudulento, un régimen predatorio y una oposición improvisada. También demostró que el llamado a votar del candidato opositor no funcionó. Y no fue la primera vez: miren lo que sucedió en 2021: el llamado a votar tampoco funcionó del todo.
No podemos culpar a la abstención, pues ella refleja el cansancio y desinterés de los venezolanos. Y como ya expliqué, los venezolanos que deciden no ir a votar no son tóxicos. Son víctimas.
Entonces, hay que poner los pies en la tierra. La abstención no es resultado del poder político de la oposición, sino de todo lo contrario. De lo cual surge un riesgo que algunos prefieren ignorar: no basta con que la oposición (a veces como G4, otras veces como Plataforma Unitaria) llame a votar para que los venezolanos respondan.
María Corina no es el problema
Frente a la arbitraria e inconstitucional inhabilitación de facto en contra de María Corina Machado, algunos han sugerido que ella debería cesar en sus ambiciones personales y ceder su puesto a otro candidato, pues la mayoría de la gente quiere votar. No puedo estar más en contra de ese razonamiento.
Destaco lo obvio: Machado es una víctima de violaciones de derechos humanos, y las víctimas no son responsables, son víctimas. La presión debería ejercerse en contra del régimen de Maduro que, con legalismos autocráticos, pretende impedir que Machado participe, desconociendo con ello a las primarias.
Además, el problema no es María Corina. Las primarias se transformaron una gran fuerza de la sociedad civil, en especial, luego del poco entusiasmo que el proceso generó entre los partidos políticos tradicionales (algunos ni siquiera se molestaron en tener candidatos). El resultado fue imprevisto: más de dos millones de venezolanos apoyaron el liderazgo de Machado. Tan imprevisto fue, que Maduro permitió que las primarias se realizaran, luego de firmar el acuerdo en Barbados. Quizás algunos lo convencieron de que las primarias fracasarían (como más de uno de la oposición, por cierto, insistía en los días previos).
La masiva participación de las primarias demuestra que, en efecto, el venezolano quiere participar, pero no en cualquier condición. Además, el entusiasmo generado -insisto, desde la sociedad civil, que se apoderó de las primarias- también evidencia que las primarias no pretendían solo elegir a un candidato, sino algo mucho más trascendente, como es renovar el liderazgo opositor, que sigue girando en torno a una vieja foto tomada en 2015.
Así que este no es asunto de cambiar a Machado como quien usa el caucho de repuesto. Defraudar a la movilización ciudadana en torno a las primarias solo va a generar abstención, por más llamados a votar que se hagan. Recordemos que en 2017, luego de ignorar olímpicamente la consulta popular de 2017, la oposición fracasó en llamar al voto en las regionales.
La única manera de lograr una movilización ciudadana en torno al fraude del 28 de julio es rescatando el espíritu de las primarias, como un proceso de la sociedad para la sociedad civil.
Barinas no es un ejemplo
Quienes creen en el Plan B, o sea, en usar el caucho de repuesto, citan a Barinas como ejemplo. De lo único que Barinas es un ejemplo es de por qué el voto no elige en Venezuela.
Lo que sucedió en Barinas es muy sencillo. En un análisis costo-beneficio, el régimen de Maduro decidió tolerar un triunfo de la oposición en una elección regional, pero seleccionando previamente al candidato. Pues si Sergio Garrido es hoy día gobernador, es por cuanto Maduro lo escogió indirectamente al no inhabilitarlo, como sí inhabilitó a quien ganó originalmente esa elección, y los otros potenciales candidatos presentados por la oposición. Para controlar más la situación, Maduro cuenta con instituciones arbitrarias que eliminaron la descentralización y la autonomía de los estados.
Con lo cual, Maduro simuló la existencia de espacios de co-gobierno con la oposición y, además, avanzó en su esfuerzo por desplazar a las élites chavistas. Yo no niego que para Barinas el triunfo de la oposición fue un alivio. Pero a nivel nacional, ese triunfo solo comprueba que el voto no elige. Quien elige es Maduro.
Por ello, Barinas no es un ejemplo. Maduro no está evitando perder frente a Machado. Lo que le interesa es no perder. Si la Plataforma o el G4 escoge a otro candidato para sustituir a Machado, Maduro podrá inhabilitarlo. Y así, sucesivamente, hasta que surja alguien que sea tolerable para Maduro, y que, con toda seguridad, no estimule el voto. En Venezuela todos los políticos de oposición están inhabilitados. Lo que pasa es que algunos no se han enterado.
Las seis verdades incómodas
Cualquier estrategia frente al evento del 28 de julio, en mi opinión, debería estar guiada por estos seis principios:
- El voto en Venezuela no elige, así que este no es un problema de mayorías en contra de minorías.
- El boicot electoral no es una estrategia. De hecho, hasta ahora, nunca se han organizado boicots, sino intermitentes llamados a no votar por parte de sectores de la oposición. La abstención favorece a Maduro.
- Hay que movilizar a los venezolanos en torno al evento del 28. Eso sí, evitando confundir la movilización (estrategia no electoral) con el voto (estrategia electoral). Para ello, es clave recuperar el espíritu cívico de las primarias.
- La oposición tradicional (léase, G4 o Plataforma Unitaria), no tiene tanto poder como se cree. Si en 2018 la gente no votó, no fue por seguir los lineamientos de esa oposición. Por ello, llamar a votar el 28 de julio no garantiza que la gente se movilice.
- El problema no es María Corina, con lo cual, usar el caucho de repuesto no es una solución. Las primarias demostraron que la sociedad civil desea un cambio, incluyendo en el liderazgo político, que hoy día encarna Machado. La movilización en torno al 28 solo se logrará si se mantiene el espíritu cívico de las primarias. Hay que aprender de las lecciones de la ignorada consulta popular de 2017.
- Barinas es un ejemplo de por qué el voto no elige, pues quien elige es Maduro. Es absurdo pensar que Maduro está dispuesto a perder frente a un candidato que no sea Machado. Además, no es igual el reducido poder político de la Gobernación de Barinas, que la Presidencia. Así que, por favor, dejemos ya de hablar del efecto Barinas.
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