Tras su brillante gestión al frente del Ministerio de Igualdad, que benefició a más de mil trescientos agresores sexuales, el Gobierno le ofreció a Irene Montero la Embajada de Chile, puesto que rechazó para poder cobrar los 127.000 euros de indemnización por su cese como ministra. Con el aval de su llamada a la población femenina a contagiarse de Covid el 8-M de 2020 al grito inolvidable de «¡es que nos va en ello la vida!», Carmen Calvo ha acabado presidiendo el Consejo de Estado. Con su impresionante currículum universitario que se detiene en el COU, Miquel Iceta llegó a ministro de Cultura y ahora es Embajador Delegado Permanente de España en la Unesco. La lista de «cerebros» que, después de dejar una triste huella en la vida pública, están hoy siendo promocionados a altos puestos para los que el común de los mortales necesitaba hasta hace poco unos cuantos años de estudios, de experiencia y de demostración de su valía profesional parece interminable. Y digo «hasta hace poco» porque vivimos en España unos días apasionantes en los que ese tipo de puestos están vedados a quienes se han pasado años demostrando esa valía profesional, adquiriendo esa experiencia y entregándose a esos estudios.
El famoso tópico de que «la gente que vale ya no quiere meterse en política» se ha quedado obsoleto en un momento en el que lo que está sucediendo es que la peña más sectaria, ideologizada, ignorante y nefasta de la política quiere meterse a quitarle el trabajo a la gente que vale en la diplomacia, en la judicatura, en la Universidad… Es como si en la política no hubiera suficientes pesebres para ellos y tuvieran que empezar a asaltar otras áreas laborales. Se dice que este Gobierno está colonizando las instituciones con sus peones, sus cuñados, su personal adepto y afecto. Pero ya ha empezado a colonizar campos profesionales que se salen del negociado político. Si se les deja, los Icetas, las Calvos y las Monteros de turno acabarán tomando los quirófanos bisturí en mano.
Tropiezo últimamente con infinidad de libros que insisten en la idea de que a las jóvenes generaciones se les ha negado el mañana. Novelas, ensayos y hasta poemarios que hablan de una juventud que va a vivir peor que la de sus padres, sin oportunidades laborales, sin vivienda propia, sin poder adquisitivo, sin futuro. A menudo, esos textos echan la culpa de un modo explícito o tácito a la economía capitalista, a la empresa privada e incluso a los baby boomers y a la generación X que anteceden a la milennial. No seré yo quien diga que vivimos en un sistema perfecto y que no tengan sentido algunos de sus reproches al libre mercado. Pero sí me choca que a menudo esos autores arremeten contra todo menos contra esa obvia rapiña de secta política.
En estos días ha saltado a la prensa el caso de Montserrat Gusano, una tuitera que, bajo el alias de Mr. Handsome, se dedica a piropear a Pedro Sánchez con sueldo del Estado. Quien la fichó en 2021 fue Maritza Ruiz, la entonces directora de Comunicación del PSOE, cuya labor de «cazatalentos» ha sido valorada por la agencia Atrevia, que la ha hecho directora de su departamento de Crisis & Issues. La pregunta que me sugiere un fichaje y otro va más lejos de la política. ¿Qué se premia en nuestra sociedad? ¿Quiénes prosperan? ¿Quiénes tienen aquí ese futuro que se les niega a los jóvenes más preparados?
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