Pragmático y taimado. Dicen que se hace el pendejo. Hacedor y se esmera en lo que hace. Ni ignorante ni cobarde. Mandón, le cuesta delegar. Siempre ha querido ser presidente. Curtido en mil bregas políticas en Acción Democrática y durante este período conflictivo y amargo. Su candidatura presidencial es el epicentro de un sismo en el ámbito opositor. ¿Sabrá más por viejo que por diablo?
No, no es suizo. Como tampoco lo era Manuel Peñalver, el secretario general adeco durante un buen trecho de los años ochenta de la pasada Venezuela cuando espetó a un grupo de periodistas “no somos suizos”. Manuelito, hombre hosco a pesar del diminutivo, hecho en la forja sindical de Fedepetrol y en un largo exilio, justificaba así la negativa de su partido a un paquete de medidas para modernizar la administración pública, concebido por la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre) para remover el perezoso aparato estatal.
Rosales, que aboga por resucitar los Acuerdos de Barbados, revivió en cambio a Peñalver cuando le dijo a Vladimir Villegas que no estamos en Suiza para digerir el veto oficial a la postulación de su compañero Omar Barboza. “Estamos en Venezuela, aquí ha habido una guerra, una puja dura de gobierno y oposición. El gobierno también juega y tiene sus cartas bajo la manga”, dijo
La historia está a la vuelta de la esquina y es fácil tropezarse con ella. Ahora los tiempos son más agrios y abundan los bofetones y descalificaciones entre, incluso, los que profesan el cambio político. Manuel Rosales, devenido candidato presidencial a cinco para las doce del 25 de marzo, es sustancia hirviente de todos los chats y de la candela de las redes sociales.
No sale, en principio, bien librado pero no tira la toalla, al tiempo que reclama a cada partido de la Plataforma Unitaria que asuma su responsabilidad porque no es solo de él. Se está frente a otro extravío y ante las puertas de un fracaso electoral cuando los sondeos de opinión indican que el extendido hartazgo basta para desalojar a Maduro del poder. Pero, no es nada fácil y tiene mucho de delicado el momento político.
En el mundo opositor hay un choque de estilos y de culturas. De la moderación versus el enfrentamiento, del pasar agachado contra el desafío. La política de siempre en pugna con la insurgencia política que se impuso abrumadoramente en la primaria del 22 de octubre. Lo viejo y sus mañas contra lo nuevo y su proceso de aprendizaje.
«Un llamado explícito a votar por Rosales también se podría traducir en la anulación de su candidatura»
A María Corina Machado, la dueña de los votos que arrasarían con el poder establecido, se le reconoce ampliamente el liderazgo pero se le exige que sea menos de lo que ha sido en beneficio del realismo político. Que se desdiga, incluso, y acepte que Maduro pone el candidato, y arrime los votos para apoyar una negociación de la que ella ha sido excluida.
Parafraseando a Rosales habría que reconocer que bajo la manga del régimen no están unas cuantas cartas sino toda la baraja. Y se atraviesan apenas las primeras alambradas de esta batalla desigual.
¿Hubo un arreglo?
La desconfianza en torno a Manuel Rosales es de vieja data. En 2006 cuando perdió por más de tres millones de votos con Hugo Chávez en su mayor efervescencia circularon profusos y airados rumores en las horas y días siguientes al veredicto electoral que sospechaban de una entrega. Él había tenido la valentía de reconocer la derrota cuando en buena parte del liderazgo opositor y en la desmedida presión mediática se insistía en la quimera de que la oposición era mayoría. La derrota electoral tuvo la compensación de devolver a los opositores al ruedo de los votos.
El poso de las dudas nunca ha desaparecido y ahora se reavivó por la forma en que surgió su candidatura ante el bloqueo de la presentada por la Plataforma Unitaria en la figura de Corina Yoris. Rosales admite que toda postulación se concreta después de una negociación con el régimen y, a la vez, descarta que compite para ser segundo y concederle algo de legitimidad al proceso electoral del 28 de julio.
Gente que lo conoce muy de cerca, que trabajó con él desde la campaña electoral de aquel 2006 y en sus posteriores aspiraciones en el Zulia afirma que Rosales siempre ha querido ser presidente y amasó esta oportunidad desde hace tiempo. “Puede ser su última oportunidad”, coinciden.
No hay, en los consultados, la convicción de que el líder zuliano se esté prestando para darle el visto bueno a un triunfo de Maduro. “No, para nada”, afirma tajante Carlos Tablante, uno de los pocos nombres autorizados a señalar entre los consultados. “Él se hace el pendejo, es su estilo”, dice otro que opta por la reserva de la identidad.
La revisión de los últimos meses de la cuenta de Rosales en la red X muestran a un gobernador en permanente actividad, que visita y supervisa obras de los municipios del estado que administra, al que no se le escapa celebrar los 40 años de la exaltación de Aparicio al Salón de la fama y la celebración del centenario del natalicio del genio científico Humberto Fernández-Morán, tampoco un obituario o una fiesta religiosa. Apenas un post rechazando la detención de dirigentes de Vente Venezuela, nada sobre la de Rocío San Miguel ni acerca de las conspiraciones descubiertas por Maduro que son la excusa de la ola represiva. Sí, en cambio, una felicitación a Nayib Bukele por su reelección (por cierto, burlando el texto constitucional salvadoreño). También la reafirmación de que Yoris es la candidata de la Plataforma Unitaria, al menos, hasta los últimos cinco minutos del 25 de marzo.
“Manuel ejerce la oposición con los matices propios de quien gobierna un estado tan importante como el Zulia”, explica Tablante. “Es un tipo con los pies en la tierra. Es lo que hay”, afirma alguien que dice conocerlo bien y aunque admite que no es su candidato, votaría por él.
Trabajador, eficaz pero no eficiente, mandón, quizás como herencia de aquella vieja AD poderosa y vertical que fue su escuela política. “Fue un secretario general seccional prominente”, recuerda un periodista de aquella época con el que hizo pocas migas. “Nunca llega solo a una reunión”, asoma otro adeco de toda la vida, pero distante de ese estilo abrumador; algún otro aprecia que se compromete con la palabra que acuerda. Tablante destaca su brega incansable, el exilio y la prisión en el Helicoide.
¿Qué lo hace “potable” a los intereses del régimen? Que Maduro sabe que Rosales tiene un alto rechazo entre el electorado y, sobre todo, la convicción de que la pérdida del poder ante la opción de Machado es el peor de los escenarios porque nunca estaría despejada la vía institucional para que las cabezas del poder eviten las persecuciones, según el análisis de un exasesor político y electoral. “Rosales se puede comprometer a amnistiar”, añade, lo que el propio candidato presidencial ha dejado entrever al desechar venganzas y persecuciones y preservar espacios políticos para los eventuales derrotados. Tampoco ha entrado Rosales, porque es inconveniente, en el espinoso proceso de la Corte Penal Internacional.
También ayuda a su aceptación oficial que su apoyo a la primaria fue, con mucho, discreto. La aprobó, recuerda un activo participante de ese proceso, y nunca la enfrentó, así como reconoció la muy contundente victoria de Machado. En el camino, sin embargo, quedó algún chiste ingrato y errado de que “se va a votar bajo una mata de mango”.
La primaria fue otra paradoja porque quienes la lanzaron – eso fue un acierto-, luego escurrieron por diversas razones el bulto de competir. Los esfuerzos en algunos partidos de la Plataforma Unitaria fueron más constantes y visibles en los cuadros medios y de base que en las cabezas y ánimo de los dirigentes.
“Cada quien a lo suyo y todos juntos”
Carlos Tablante andaba por Vilanova la Geltru, ciudad próxima a Barcelona en el borde del Mediterráneo, en visita familiar durante el asueto pascual cuando conversamos. Exgobernador de Aragua, dirigente masista por décadas, se sumó a la campaña presidencial de Rosales en 2006.
Cree que igual que se le propone al país una Gran Alianza Nacional, se deberían crear los espacios para lograr acuerdos entre las fuerzas democráticas en base a las líneas gruesas de lo firmado en Barbados. “El liderazgo de María Corina Machado está legitimado y por eso tiene mayor responsabilidad en facilitar los acuerdos, con la idea de sumar de una manera inteligente a todos los actores sociales y políticos en una alternativa que no le pertenece solo a ella. Una alternativa que debe ser muy amplia y en la que María Corina juega un papel importante”.
Lo que advierte es que interlocutores entre los integrantes de la Plataforma Unitaria podrían facilitar el diálogo y establecer una hoja de ruta que lleve a la agenda común de enfrentar el continuismo destructivo de Maduro y preservar el deseo de cambio con la única rebelión posible, que es, para Tablante, la rebelión de los votos.
Pero -uno más- un llamado explícito a votar por Rosales también se podría traducir en la anulación de su candidatura. Y eso debe estar anotado en rojo en el tablero del régimen. Tablante esboza una estrategia en que cada quien siga con lo suyo y todos juntos. Que María Corina continúe con la construcción de una fuerza potente para la movilización electoral y la protección de los votos y la acumulación de apoyos internacionales que pudieran llevar al reconocimiento de la candidatura de Corina Yoris hasta diez días antes de las elecciones.
“Hay que unir las fortalezas de todos. Es un proceso complejo, ¿quién pensó que se podían realizar las primarias? Quizás sin sanciones no hubiera sido posible Barbados. Se hicieron las primarias, y se oxigenó y motivó el liderazgo de la alternativa democrática. En esta larga lucha se han cometido más errores que aciertos y se tendrá que hacer el balance, ahora es el momento del cambio urgente”, remata Tablante.
Un activo participante de la primaria, ya citado, piensa que a la consigna de “hasta el final” habría que precederla de un “mientras tanto”. Decidido a apoyar la lucha de Machado por elecciones “limpias y libres” pone la atención en dos fenómenos en paralelo: uno, quizás el final no es el 28J porque el proceso plantea enormes retos después de los comicios de ser vencedora la opción opositora; dos, un intento desde el campo de analistas y opinadores de una suerte de segunda inhabilitación o minimización de María Corina Machado. Aún así conviene en que “hay que sacrificar algunas cosas y en ningún caso es posible desperdiciar la oportunidad que se nos presenta del derrumbamiento del régimen y el crecimiento del deseo de cambio político. Pero estamos en un callejón de difícil salida”.
“La épica es kriptonita”
Venezuela es una de las cinco autocracias latinoamericanas. Las otras son Cuba, Nicaragua, Haití y El Salvador. La clasificación, en la que Costa Rica, Chile y Uruguay están a la cabeza de la región, es el resultado de un programa de investigación conocido como Variedades de Democracia (V-Dem) en el que participan más de 4.000 expertos en todo el mundo que ha sistematizado una base de datos con centenares de indicadores desde 1789 – la fecha de la Constitución de Estados Unidos y de la Revolución Francesa- hasta 2023.
La pérdida de calidad democrática en Venezuela durante este último cuarto de siglo solo es comparable con el final del período del general Marcos Pérez Jiménez. En general, la democracia ha retrocedido en el mundo a los valores de 1985, según el estudio.
“Si todo el liderazgo político democrático tuviera conciencia de la gravedad de esta autocracia feroz, tendría que trabajar en equipo”, me comenta un atento y fino seguidor del acontecer político venezolano ante el desafío que significa la convocatoria electoral del 28J. Si así fuera, quizás nos habríamos evitado esta novela de la sustitución bloqueada y la consiguiente división de los opositores.
Hay, sin duda, una estimada valoración de la fuerza del liderazgo de María Corina Machado, no exenta, en esta hora, del señalamiento de fallas estratégicas. “Lo que tiene María Corina que no tiene Maduro es una épica muy poderosa, es mujer, muy inteligente, valiente, osada. Y es una épica reciente incrementada con la primaria, que todo el mundo le reconoce. Esa épica la hace muy carismática, sale a la calle y en cinco minutos la siguen miles de personas. Eso lo tienen muy pocas personas en el mundo”, apunta otro analista.
Maduro carece de cualquier épica. Nadie lo sigue y por eso hacen montajes de él rodeado de una gente que no está ahí, o si está la gente, no está él. “No puede medirse en ningún escenario con la épica de María Corina. No la tolera porque eso es kriptonita”. A la vez, y es un asunto un tanto loco, subraya, ese liderazgo carismático requiere más éxitos. La sustitución de la candidatura no encaja en esa línea y, menos aún, la imposición de quien es el contendor de Maduro. ¿Hubo, se pregunta, una sobreestimación de la fuerza que obligaría al jefe del régimen a medirse con ella?
El obsceno episodio del bloqueo a la candidatura de Corina Yoris -un acto de ejercicio puro del poder, sin ningún aditamento legal- terminó de desnudar al régimen. Es un asunto por cobrar aún cuando los aliados de la región, gobiernos de índole democrática, no las otras autocracias, se le voltearon al régimen. Es de esperar nuevas iniciativas en la escena internacional y habrá que medir su calado y su potencial para empujar ese objetivo de elecciones “libres y limpias” y una competencia con quien expresa el veredicto popular del 22 de octubre.
La jugada del régimen reta el liderazgo de Machado y desata ese sismo divisionista en la cancha opositora. “¿Hay que tragarse el elefante de lo que hizo Manuel Rosales? ¿Aceptar que no se pueden ganar todos los rounds? ¿La opción es sumar para enfrentar la autocracia y saber cobrar cuando corresponda? Los votos y la gente están de un lado”. Son preguntas compartidas.
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