A diferencia del País Vasco, donde la única incertidumbre es si EH Bildu aventajará en algo al PNV, sin que ello a priori vaya a modificar el gobierno bipartito de Vitoria ni a convertirse en un factor de desestabilización de la política española, Cataluña preocupa a Pedro Sánchez. Lo que puede pasar el 12 de mayo es más incierto, con derivadas potencialmente dañinas para la legislatura. Si Salvador Illa no logra una victoria contundente, se le puede escapar la presidencia de la Generalitat, que parecía bastante segura hace unos meses. Que el PSC vaya a ser muy probablemente la fuerza más votada no garantiza que el exministro sea investido president. Necesita que ERC le apoye y, seguramente, también los comunes. A ese escenario solo hay dos alternativas. O la repetición electoral, si nadie suma más síes que noes, o la reedición de un gobierno independentista, presidido por Carles Puigdemont, pues cada vez es más claro que Junts quedará por delante de ERC.
Los republicanos insisten en que no investirán a Illa, pero todavía no han dicho nada sobre el expresident fugado. Si el separatismo suma mayoría absoluta, hoy difícil, pero no imposible, el partido de Oriol Junqueras no tendrá más remedio que entrar en la lógica de la restitución de Puigdemont. Las elecciones catalanas son la oportunidad que Sánchez necesita para mostrar las bondades de la amnistía frente a un alud de críticas que han hecho mella entre gran parte de su electorado. Con Illa de president se demostraría la virtud de esa polémica ley frente a su grosera servitud política.
A un mes de las elecciones, el escenario para la Moncloa se ha complicado. Primero, porque Puigdemont ya va por delante de Pere Aragonès en las encuestas, lo que abriría una crisis en ERC que la haría más imprevisible en Madrid. Y, segundo, porque la atención mediática de la campaña va a recaer sobre el expresident, que se ha trasladado a vivir al sur de Francia, a 30 km de Cataluña. La renuncia a ser de nuevo eurodiputado fortalece su candidatura, la hace creíble, y no se puede descartar que dé un golpe de efecto presentándose en el mitin final de Barcelona o Girona. ¿Lo detendrían? ¿Entraría en prisión? Seguramente, y también eso tendría un efecto movilizador enorme entre el independentismo.
A un mes de las elecciones, es un error despreciar a Puigdemont, que en estos años ha demostrado resiliencia y un gran olfato político. Con su regreso de repente se ha convertido en el centro de todas las miradas. Puede que Sánchez le haya regalado la victoria, lo cual sería terrible para los catalanes porque volveríamos al día de la marmota. Desde estas páginas advertí que la amnistía iba a servir a los intereses de Puigdemont, y muy poco o nada a Illa.
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