Itay, el hijo de Ruby Chen, murió en el ataque de Hamás el 7 de octubre en Israel. Pero a diferencia de muchas otras familias de soldados asesinados ese día, Chen no tiene una tumba que visitar porque los restos de su hijo permanecen cautivos en Gaza.
La ausencia de un lugar de descanso final se siente con agudeza ahora, cuando Israel conmemora el Día de los Caídos en Guerras en memoria de los soldados muertos en combate y los cementerios están repletos de familiares que lloran en las tumbas de sus seres queridos.
«¿Adónde se supone que vayamos?», dijo Chen. «No hay una tumba a la que podamos ir».
El Día de los Caídos en Guerras es siempre una ocasión sombría en Israel, un país que ha sufrido repetidas guerras y conflictos en sus 76 años de historia. Pero el tormento de Chen subraya cómo este año ha adquirido una tristeza profunda y cruda, junto con una ira que se filtra debido a los fracasos del 7 de octubre y la guerra que desató.
Las familias de los caídos, junto con amplios sectores del público, exigen responsabilidad de los líderes políticos y militares por los errores que provocaron la muerte de cientos de personas en el ataque más mortífero en la historia del país.
«Demasiadas personas murieron ese día debido a un error de juicio colosal», dijo Chen, quien durante meses pensó que su hijo todavía estaba vivo tras ser secuestrado y llevado a Gaza, antes de recibir la confirmación, a principios de este año, de que estaba muerto. «Las personas que cometieron el error deben pagar, desde el primer ministro para abajo».
Israel recuerda este día a los soldados caídos en los conflictos armados y a las víctimas de ataques terroristas, a partir del atardecer del domingo, con una ceremonia oficial y eventos más pequeños al día siguiente en cementerios militares de todo el país. La solemnidad se ve interrumpida abruptamente por la fanfarria del Día de la Independencia, que comienza al atardecer del lunes.
Agrupar los dos días tiene el propósito de resaltar el vínculo entre las costosas guerras que Israel ha librado y el establecimiento y supervivencia del Estado, un contraste que este año será difícil de reconciliar en un momento en el que Israel está metido activamente en la guerra y los israelíes se sienten más inseguros que nunca.
Ante el trauma del 7 de octubre que se cierne amenazante, se espera que cada día se perciba dramáticamente distinto al de años anteriores.
Más de 600 soldados israelíes han muerto desde que Hamás lanzó su ataque sorpresa el 7 de octubre, cuando miles de extremistas arrasaron bases militares en el sur de Israel y comunidades que dormían durante una festividad judía.
Ese día murieron unas 1.200 personas, aproximadamente una cuarta parte de ellas soldados, y otras 250 fueron llevadas como rehenes a Gaza, según las autoridades israelíes.
El ataque desató la guerra —ya en su octavo mes— en la que han muerto más de 34.700 palestinos, la mayoría de ellos mujeres y niños, según funcionarios de salud palestinos.
Los extremistas traspasaron las tan elogiadas defensas de Israel, se abrieron paso a través de una valla fronteriza, cegaron las cámaras de vigilancia y lucharon contra la primera línea de soldados de defensa israelíes, muchos de los cuales se vieron superados en número. Itay Chen, un israelí-estadounidense, era uno de ellos.
Los milicianos llegaron a unos 20 lugares diferentes en el sur de Israel, y se desplegaron hasta ciudades más allá del cinturón de las comunidades agrícolas que se extienden a lo largo de Gaza. Al ejército más poderoso de la región le tomó horas enviar refuerzos al área y días para expulsar a todos los milicianos.
El ataque sacudió a Israel hasta lo más profundo. Destruyó la amplia confianza que la población judía del país había depositado durante mucho tiempo en el ejército, que impone el alistamiento obligatorio para la mayoría de los jóvenes judíos de 18 años.
Más allá de la crisis de confianza en el ejército, el ataque hizo pedazos la fe de los israelíes en su gobierno y en el primer ministro Benjamin Netanyahu, cuyo respaldo público se desplomó. Miles de personas participan en protestas semanales para exigir elecciones anticipadas y un nuevo liderazgo.
Los líderes militares y de defensa han dicho que cargan con la culpa de lo ocurrido durante el ataque y, como resultado, el jefe de inteligencia militar del país renunció. Pero Netanyahu no ha asumido toda la responsabilidad y ha dicho que responderá las preguntas difíciles después de la guerra, e incluso culpó a sus jefes de seguridad el año pasado en una publicación nocturna en la red social X que eliminó más tarde. Su negativa a reconocer su papel ha enfurecido a muchos.
Pero una gran cantidad de israelíes también ha perdido la paciencia con la guerra prolongada, donde todavía mueren soldados y miles han resultado heridos.
Los objetivos gemelos de la guerra —derrotar las capacidades militares y de gobierno de Hamás y liberar a los rehenes— no se han alcanzado, lo que ensombrece los eventos que normalmente pretenden ser un homenaje a la destreza militar, dijo Idit Shafran Gittleman, experta en temas del ejército y la sociedad de Israel en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, un grupo de expertos con sede en Tel Aviv. Decenas de miles de israelíes también siguen desplazados del sur y del volátil norte del país.
«Desde el 7 de octubre, los israelíes se han preguntado cómo soportarán el Día de los Caídos en Guerras y el Día de la Independencia. Y no creo que nadie tenga una respuesta», apuntó, y agregó que lo único que podría mejorar el sentimiento público son elecciones y un nuevo gobierno.
La ira que ha surgido probablemente se desbordará en las ceremonias del Día de los Caídos en Guerras, que se llevan a cabo en los cementerios militares de todo el país. Las ceremonias suelen ser consideradas sagradas, solemnes y apolíticas, aunque a ellas asisten ministros del gobierno y legisladores.
Algunas familias han pedido que los ministros se abstengan de acudir porque temen que se repita lo ocurrido el año pasado, cuando los asistentes a múltiples ceremonias increparon a los legisladores que apoyaban un polémico plan gubernamental para reformar el poder judicial.
«Este es un evento al que nos llevaron el liderazgo fallido y el aparato de seguridad fallido», dijo al Canal 12 israelí Eyal Eshel, cuya hija, Roni, fue asesinada en una base asaltada por los milicianos el 7 de octubre y quien lidera la ofensiva para impedir que los ministros asistan. «Respeten la petición de las familias: no vengan». No obstante, aún está previsto que los ministros se distribuyan por los cementerios de todo el país.
Pero otros cambios se realizan para reflejar el ambiente sombrío, especialmente por el Día de la Independencia. La ceremonia oficial que marca el inicio de las celebraciones será atenuada y no tendrá una audiencia en vivo. El tradicional espectáculo de sobrevuelo de la Fuerza Aérea fue cancelado.
Los israelíes se preguntan cuál es la forma correcta de celebrar, si es que hay algo que celebrar.
«La gente ha dejado de creer que el país es capaz de defendernos», dijo Tom Segev, un historiador israelí. «La fe básica en la capacidad del Estado para garantizar un buen futuro aquí se ha visto socavada».
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