La desigualdad social en Cuba se manifiesta de manera aguda en las escuelas, donde muchos niños enfrentan serias carencias mientras observan a sus compañeros disfrutar de los recursos que ellos no pueden alcanzar.
Según testimonios recogidos por Martí Noticias, conseguir uniformes, zapatos adecuados, merienda escolar y otros artículos básicos es un reto enorme para los padres cubanos.
La disparidad de recursos provoca un impacto emocional significativo en los estudiantes más pobres.
Anais Penalva, activista residente en La Habana, ha presenciado de cerca esta realidad y cuenta que para muchos niños, ver a sus compañeros con zapatos nuevos o mochilas llamativas, mientras ellos visten con zapatos rotos o cargan simples bolsas de plástico para llevar sus pertenencias es una fuente constante de sufrimiento.
La merienda escolar, o la falta de ella, también resalta esta brecha. “Es triste ver cómo muchos niños no tienen nada que llevar a la escuela para merendar, mientras otros disfrutan de una comida abundante”, afirma Penalva.
Según refiere la entrevistada, ya desde pequeños los niños entienden que la solución a sus carencias está en abandonar Cuba: “Lo único que les escuchas decir es que ojalá sus padres pudieran emigrar para traerles zapatos o mochilas desde el extranjero”.
En el podcast En Casa, del proyecto Di.Verso Cuba, el politólogo y activista Manuel Cuesta Morúa también destacó la desigualdad que afecta a los niños cubanos, especialmente a aquellos de comunidades afrodescendientes marginadas.
Para muchas familias en estas comunidades, comprar artículos básicos para la escuela, como mochilas, libros o uniformes, resulta inalcanzable. “Esas madres no pueden comprar esos zapatos, mochilas o libros que aparecen en grupos de WhatsApp o Facebook”, explica Cuesta Morúa y añade que a menudo estos productos provienen de tiendas en Miami como “Ño Que Barato”.
La situación es aún más grave en las comunidades mayormente afrodescendientes, alertó Cuesta Morúa.
El opositor subrayó que las carencias acumuladas a lo largo del tiempo, acompañadas por una pobreza extrema, afectan gravemente el desarrollo educativo de los niños.
“Muchos de estos niños, en su mayoría afrodescendientes, no van a poder acceder al conocimiento necesario porque estas desigualdades van de la mano con un hambre inmensa”, afirmó Cuesta Morúa desde la capital cubana.
También desde La Habana, la activista María Elena Mir Marrero, llamó la atención sobre el impacto emocional que tiene la desigualdad material en los niños cubanos.
“Hay niños que no pueden llevar ni un pan para merendar y ven a otros que sí pueden”, dijo la exmaestra residente en Guanabo.
Según Mir Marrero, estas desigualdades generan en los niños un complejo de inferioridad que crece con el tiempo, a medida que observan las diferencias sociales en un país que, irónicamente, les enseña que todos son iguales.
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