En 2020, Tawheeda Wahabzada ya estaba harta. Había llegado el momento de dejar el país en el que había crecido.
“La idea de irme siempre ha estado en mi mente. Fue un recordatorio constante de que esto es temporal y sentí que debido a mi estatus, no podía vivir una verdadera vida”, relató.
Wahabzada forma parte del creciente número de jóvenes inmigrantes traídos a Estados Unidos cuando eran niños y que ya no quieren vivir en el limbo legal. Ella, al igual que millones de otros inmigrantes que entraron al país sin permiso o se quedaron después de la fecha límite de sus visas, no tiene camino hacia la ciudadanía.
El programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (o DACA, por sus siglas en inglés) fue creado en 2012 bajo la administración Obama para brindar a los inmigrantes indocumentados cierto alivio administrativo al permitirles solicitar permisos de trabajo y obtener licencias de conducir, entre otras ventajas.
Sin embargo, el programa enfrentó continuos desafíos en los tribunales y en 2017 la administración Trump anunció que lo desmantelaría.
Para algunos beneficiarios de DACA o «soñadores» (por dreamers, en inglés), era hora de dejar de soñar con un futuro en EEUU. Wahabzada se mudó a Canadá en 2020, donde es ciudadana y puede continuar trabajando en una organización no gubernamental internacional.
Aproximadamente un año después, encontró en línea a otros dos beneficiarios de DACA, Eun Suk “Jason” Hong y Monzy Hernández.
«De hecho, primero me comuniqué con Jason en LinkedIn y luego, a través de Jason, conocí a Monzy», dijo Wahabzada en un correo electrónico. “Nos conectamos instantáneamente como si nos conociéramos desde hace tiempo. Luego nos dimos cuenta de que este no es solo nuestro problema, sino que muchas más personas están experimentando algo similar, si no igual. Por eso decidimos crear una comunidad pequeña y exclusiva en Facebook que luego se convirtió en ONWARD”.
Según ONWARD, hay un movimiento creciente de adultos jóvenes en EEUU que no pueden obtener la ciudadanía y esperan comenzar de nuevo en otro lugar.
“No brindamos asesoramiento legal, pero compartimos nuestras experiencias. Conectamos a las personas”, dijo Wahabzada. El grupo empezó con unos cientos de seguidores; ahora tiene alrededor de 1.500.
La vida en Estados Unidos
Wahabzada tuvo una educación “muy americana”. Sus padres eran refugiados que originalmente se mudaron de Afganistán a Canadá en 1990, donde ella nació.
“Para mis padres era muy difícil tener trabajos estables. Éramos de muy bajos ingresos y realmente no teníamos familiares cercanos en nuestro entorno. Han tenido carreras y títulos en sus vidas pasadas, pero no pudieron usar esas habilidades”, explicó.
En 1995, su familia se mudó a Carson City, Nevada, donde tenían parientes.
“Pensaron que era más fácil para ellos estar más cerca de la familia y trabajar con ella, tener apoyo y más oportunidades de esa manera”, dijo.
Wahabzada se enteró de que era indocumentada cuando tenía casi 16 años.
“Recuerdo haber arrastrado [a mi madre] conmigo, y cuando estaba en el DMV (Departamento de Motos y Vehículos), la persona a cargo me dijo: ‘No tienes los documentos necesarios para solicitar un permiso de aprendizaje’. Y así fue como mi mamá me dijo acerca de la realidad de mi estatus”, recordó.
Ella continuó sus estudios universitarios, se graduó en la Universidad de Nevada, Reno, y obtuvo una maestría en estudios de política global en la Universidad de Texas en Austin. Su familia y sus becas privadas la ayudaron a pagar su educación.
Después de la universidad, vivió en Washington y trabajó como analista de políticas y datos para una organización sin fines de lucro, Open Data Watch.
En tanto, Hong nació en Corea del Sur, su madre lo trajo a los Estados Unidos cuando tenía 10 años y se crió en Montclair, Nueva Jersey.
Al crecer en EEUU, no se sentía diferente a sus amigos nacidos en este país. “Simplemente me estaba divirtiendo con otros estadounidenses. [Mis amigos y yo] disfrutábamos de los mismos pasatiempos y la misma comida”, dijo.
Pero sabía que algo era diferente.
“Tuve un poco más de conciencia de lo que estaba pasando. No sabía qué significaba exactamente, ¿verdad? Lo único que sabía era que mi mamá estaba luchando por conseguir la residencia permanente para nosotros y para ella misma”, afirmó.
Al igual que Wahabzada, Hong vivía en un estado donde los estudiantes indocumentados podían asistir a la universidad.
“La idea de ir a la universidad era sencillamente una alegría. Creo que el primer año de mi universidad fue cuando las cosas estaban realmente patas arriba, donde realmente entendí el impacto [de mi estatus] porque a partir del primer año en la universidad en EEUU, la gente ya estaba solicitando pasantías. Y ahí fue cuando todo tuvo un gran impacto”, dijo Hong.
DACA
Wahabzada se sintió estancada y sola. Estaba en la universidad y dos de sus amigos conocían su estatus, pero «no sabían hasta qué punto era grave», dijo, ser indocumentada, «ilegal» en palabras de los activistas que quieren reducir la inmigración EEUU.
La introducción de DACA, agregó Wahabzada, cambió su vida.
“Cuando la solicitud para DACA estuvo disponible en agosto [2012], inmediatamente comencé a presentarla”, y contó que después de ingresar al programa, pudo obtener una licencia de conducir y un trabajo, entre otras cosas.
También cambió la vida de Hong. Se convirtió en beneficiario de DACA durante su último año de universidad. Con DACA podría trabajar.
Se graduó en finanzas en la Universidad de Binghamton en Nueva York, se mudó a la ciudad de Nueva York y trabajó como representante de servicios financieros en una compañía de seguros de esa urbe. También trabajó para una organización sin fines de lucro que defiende la inmigración.
Luego, la administración Trump anunció que pondría fin a DACA.
“Tuve un colapso en ese momento”, dijo Hong. «Fue entonces cuando me di cuenta por primera vez: ‘¿Qué tipo de futuro puedo construir?'»
En 2020, Hong fue reconocido por la Universidad de Binghamton por su trabajo en defensa de los soñadores y los beneficiarios de DACA. Entre otras cosas, la universidad le envió un folleto sobre los estudios de posgrado en España.
«España. Nunca pensé en la opción de salir de Estados Unidos. Mi mamá prácticamente sacrificó todas sus cosas por esto para que yo pueda tener una vida aquí”, expresó.
Al final, España le ofrecía un futuro y decidió renunciar a DACA.
«Ya no podía soportar esto», dijo Hong. Tenía 29 años, sus amigos estaban siendo ascendidos, casándose y formando familias. Se sintió estancado.
Wahabzada llegaba a la misma conclusión.
“En agosto [de 2019], publiqué un artículo de opinión en el New York Times sobre las consecuencias de salir de Estados Unidos. Pasé mucho tiempo con mi familia y en enero de 2020 tuve una fiesta de autodeportación”, dijo.
Un camino a seguir
Hong se mudó a España con una visa de estudiante para realizar estudios de posgrado en 2020.
«Hasta que estaba caminando hacia el avión, pensé: ‘Esto realmente está sucediendo’. Y luego entré al avión, fue entonces cuando realmente me di cuenta. ‘Estoy dejando mi hogar por mi propio futuro», dijo.
Después de graduarse, Hong recibió una visa de emprendedor y lanzó su propio negocio en Madrid.
Mientras, su madre regresaba a Corea del Sur y luego lo visitó en su nuevo hogar.
Después de dos años en Canadá, Wahabzada pudo obtener una exención para visitar a su familia o realizar viajes cortos de trabajo a Washington.
Dejar Estados Unidos fue muy difícil, y dijo que todavía está de luto.
“Mucha pena. Mucha soledad”, indicó.
Hong estimó que alrededor de 2.000 beneficiarios de DACA han hecho el viaje fuera de Estados Unidos y que más de 1.000 están considerando abandonar el país.
Estados Unidos está perdiendo líderes potenciales que comprendan la resiliencia, la empatía y la compasión, dijeron Hong y Wahabzada.
“Estados Unidos perdió a un joven emprendedor ambicioso y apasionado que quiere crear empleos, que quiere ayudar a la comunidad. Si hay algo que Estados Unidos ha perdido es ese tipo de individuo”, sentenció Wong.