Isabelino Ruiz esperaba paciente su turno para tocar la pared de vidrio que protege la figura del Gauchito Gil en el adoratorio del norte de Argentina que, cada 8 de enero, congrega a miles de fieles que piden ayuda al santo justiciero.
El jubilado había logrado cubrir los cerca de 680 kilómetros que separan Buenos Aires del santuario al aire libre cerca de la ciudad de Mercedes haciendo un gran esfuerzo económico, ya que su magra pensión cada vez le alcanza para menos ante la galopante inflación.
“Vengo a pedir por (el presidente Javier) Milei, para que haga un buen gobierno y para nosotros los jubilados”, dijo Ruiz a The Associated Press, mientras el sábado formaba una fila con decenas de fieles.
El hombre, de 67 años, llegó dos días antes de la fiesta principal que conmemora un nuevo aniversario de la muerte en 1878 del popular santo, una suerte de “Robin Hood” en el imaginario popular argentino al que piden ayuda para sortear problemas económicos, de salud y de otra índole.
Este año las necesidades de muchos fieles son más apremiantes, debido a la subida de los precios y la falta de trabajo.
Milei, un economista ultraliberal sin apenas experiencia política, ha prometido pulverizar la inflación y poner a Argentina de pie, lo que en el actual contexto lleno de adversidades asoma como un desafiante milagro.
Ruiz, quien vestía con la camiseta del popular club de futbol Boca Juniors, se costeó parte del valor del viaje juntando cartón y otros desechos en la calle que luego vendió. “Hace seis meses que estoy juntando cartón para poder venir acá”.
Como él, miles de fieles del Gauchito Gil seguían congregados el lunes en su santuario, rogándole ayuda.
La figura religiosa evoca a Antonio Mamerto Gil Núñez, de cuya vida se sabe poco y no forma parte de la liturgia católica, aunque por los milagros que se le atribuyeron después de su muerte es adorado por muchos argentinos que profesan esa religión.
La historia del Gauchito ha ido modificándose de generación en generación. Se dice que este bandido rural, oriundo de la provincia de Corrientes, amaba los bailes y las fiestas y que tenía un excelente manejo del facón, el cuchillo utilizado por los gauchos para matar animales y trabajar el cuero y la madera.
Según apunta el ministerio de Cultura, integró las filas del Ejército, pero desertó. Se ganó luego el amor de los peones rurales, que lo consideraron un héroe que protegía a los humildes, que robaba a los ricos para darle a los pobres, que vengaba a los humillados y que sanaba a los enfermos.
El Gauchito Gil sorteó muchas emboscadas, pero terminó siendo capturado y colgado boca abajo de un árbol. Las historias que circulan dicen que el coronel que lo degolló segándole la vida se convirtió en su primer devoto.
Luego de entregar a las autoridades la cabeza de Antonio Gil, el coronel fue a su casa y encontró moribundo a su hijo. En la desesperación cabalgó a toda velocidad hasta donde había enterrado el cuerpo del gaucho; allí juntó los restos de la tierra húmeda por la sangre, untó a su hijo con ella y ocurrió el milagro que permitió que sanara.
Para muchos fieles, el Gauchito Gil es un santo que agradece los rezos que le van dirigidos sin miedo y desde el corazón.
Este año, el albañil Jorge Zabala tuvo que pedir dinero a sus allegados para visitar el santuario. A diferencia de otras veces, los ahorros carcomidos por la inflación no le alcanzaban para el traslado de su familia a Mercedes.
Ante uno de los altares, Zabala sostenía a su pequeño hijo en brazos, satisfecho de haber cumplido la promesa de visitar al santo pagano.
“Venimos todos los años el 6 de enero y nos quedamos hasta el día 8; esta vez se complicó bastante por el tema económico. Pero hicimos el esfuerzo necesario para cumplir… Tuvimos que pedir prestado”, se lamentó el hombre.
Zabala, a quien le cuesta que sus clientes le aprueben los presupuestos de las obras “porque son una locura los precios”, contó que su ruego al santo fue que el país “se encamine».
El albañil lucía el torso desnudo y portaba un rosario alrededor del cuello. En su espalda se apreciaba una enorme imagen del santo tatuada.
«Que le dé toda la fuerza a Milei, porque en verdad está muy complicado para todos”, dijo Zabala frente al árbol que simboliza el lugar en el que el Gauchito Gil fue colgado y asesinado el 8 de enero de 1878.
Economistas privados estiman que el alza del costo de vida en diciembre fue de entre el 25 y 30% y que 2023 terminó con una inflación de más de 200%, una tasa anual de tres dígitos que el país no registraba desde la hiperinflación de 1990. Los datos oficiales al respecto serán difundidos el jueves.
Para combatir este crónico mal de la economía, Milei ha puesto en marcha un drástico plan de ajuste en un contexto recesivo con el alegado propósito de reducir el déficit fiscal, al que considera gran responsable de la disparada de los precios que ha arrojado a la pobreza a muchos argentinos. En la actualidad, más del 40% de los 46 millones de habitantes del país sudamericano es pobre.
Las medidas incluyen despidos en el sector público y la reducción de subsidios para el transporte público y el sector energético, lo que conllevará alzas de los boletos de autobuses y trenes, así como de las tarifas de la luz y del gas.
A ello se ha sumado recientemente un aumento del 27% del valor del combustible en el marco de la política de liberación de precios aplicada por el gobierno. La medida recalentaría aún más la inflación por la incidencia de la gasolina en costos como el transporte pesado de mercancías.
En otro lugar del predio, decenas de fieles prendían velas rojas en torno a otra estatua del gaucho y varios se arrodillaban sobre el suelo para rezar. Distintos puestos de venta rebosaban con estatuillas de diferente tamaño que lo representan como un hombre de pelo largo y bigote que está ataviado con una vincha en la cabeza, pañuelo al cuello y cinturón rojos.
“Vengo a pedir salud y trabajo, lo principal”, dijo Carlos Maiana, de 49 años, quien espera aumentar sus ingresos para capear la disparada del costo de vida.
El hombre afirmó que el gobierno debe atajar el deterioro social. «Que los gobiernos se pongan los pantalones y que hagan algo, porque a él le pedimos, pero si el gobierno no hace nada…”, apuntó el hombre.
En tanto, Laura Ríos, quien vendía bebidas bajo la lluvia, afirmó que como “de un día para otro todo sube, no queda otra que salir a trabajar y pedir por trabajo para todos».
Horas después, cuando el lunes se abría paso en la noche lluviosa, los fuegos artificiales estallaron para celebrar un nuevo aniversario de la muerte del Gauchito Gil.
Casi un siglo y medio después, los seguidores de este santo abundan. Tocan la bocina de sus automóviles al pasar por alguno de los miles de pequeños altares que se edifican para recordarlo en las banquinas de las rutas argentinas.
Algunos se detienen y bajan, le prenden una vela, le acercan unos cigarros y también algo de vino.
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