La historia de dos figuras de la música cubana, Celia Cruz y Lenier Mesa, nos ofrece una fascinante exploración de cómo las posturas frente a la dictadura cubana pueden ser tan diferentes y reveladoras.
Celia Cruz: La voz que nunca se doblegó.
Celia Cruz, la inmortal «Reina de la Salsa», no solo nos cautivó con su voz poderosa y su carisma, sino también con su valiente rechazo a la dictadura de Fidel Castro. Desde los primeros meses de 1959, Celia percibió cómo se estaba cercenando la libertad de expresión y cómo el régimen estaba ahogando la creatividad artística.
A pesar de las tentadoras invitaciones y las presiones para cantar en eventos en los que estaba presente Fidel Castro, Celia Cruz se mantuvo firme en su negativa. Incluso cuando el líder cubano asistió a uno de sus conciertos en el Teatro Blanquita y le pidió una de sus canciones, ella no se dejó influenciar. Su integridad moral era innegociable, y no estaba dispuesta a comprometer sus principios por dinero o reconocimiento.
En 1960, Celia Cruz salió de Cuba y se embarcó en una gira por México, donde conoció de cerca las atrocidades cometidas por el régimen. A pesar de la enfermedad y la posterior muerte de su madre en Cuba en 1962, Fidel Castro le prohibió la entrada al país. Ese día, Celia juró que nunca más regresaría a la isla mientras el régimen estuviera en el poder, y mantuvo esa promesa hasta el final.
Lenier: De la crítica a la controversia.
Lenier, un cantante cubano muy popular, en 2021 se hizo notar al criticar abiertamente la dictadura cubana en su canción «SOS Cuba». Sus letras resuenan con frases sobre luchar y morir por la libertad de su tierra natal. Sin embargo, pocos meses después, su actitud dio un vuelco inesperado cuando participó en un festival organizado por el gobierno cubano en instalaciones controladas por las Fuerzas Armadas de Cuba.
Esta acción de Lenier fue percibida por muchos como un giro oportunista defraudando y burlandose de los Cubanos desterrados y del exilio. De repente, su crítica previa parecía vacía y su compromiso con la lucha por la libertad de Cuba se desvaneció. La comunidad cubana en el exteriror no tardó en señalarlo como un traidor, un artista al servicio del régimen o incluso como un posible agente entrenado por Cuba, trabajando como informante al servicio de la dictadura.
El contraste entre la integridad y la controversia
La diferencia entre Celia Cruz y Lenier es tan evidente como reveladora. Celia personifica la integridad moral al rechazar apoyar un régimen opresivo, incluso a costa de perder oportunidades y riqueza. Por otro lado, Lenier, a pesar de su crítica inicial, cayó en la tentación de colaborar con el régimen, lo que provocó que muchos lo consideraran oportunista, traidor o incluso un posible instrumento del gobierno cubano.
Estas dos historias nos dejan una valiosa lección sobre la importancia de mantener principios y valores inquebrantables, especialmente en momentos cruciales. La controversia que rodea a Lenier nos recuerda cómo la complicidad puede ser utilizada por regímenes autoritarios para legitimar su poder. En última instancia, el veredicto sobre Celia y Lenier es un recordatorio de que las elecciones de hoy forjan el legado del mañana, y la integridad siempre deja una huella más profunda que la controversia.