diseñadoras colombianas promueven un uso positivo de la hoja de coca
Las diseñadoras colombianas Daniela Rubio y Mónica Suárez jamás imaginaron que un proyecto de trabajo territorial con agricultoras artesanas, en su país, las llevaría a explorar los beneficios de la hoja de coca, una planta que, en sí misma, no es dañina e incluso es empleada por los pueblos andinos como remedio por sus potentes cualidades curativas, pero que está muy estigmatizada en su país.
Según un informe presentado en el último trimestre del año pasado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el Ministerio de Justicia y del Derecho, la producción de cocaína en Colombia se disparó 53 % en 2023 hasta alcanzar las 2.600 toneladas, marcando un récord histórico en el país catalogado como el mayor productor de esta droga -que se obtiene de la hoja de coca- en el mundo.
Ese año, además, hubo un incremento del 10 % en el área sembrada con coca en el país, lo que equivale a 253.000 hectáreas.
Con su trabajo, Mónica y Daniela buscan no solo la obtención de la tinta como tal para promover un uso productivo y lícito de la planta en comunidades donde su comercialización ha generado tanto daño, sino cambiar la narrativa de la misma.
Todo comenzó cuando, junto a la artista María Alejandra Torres, empezaron a trabajar en un proyecto con la Agencia de Cooperación de Estados Unidos USAID, en el Tambo, Cauca, en Colombia, donde conocieron la planta, a través del trabajo de los artesanos.
Este proyecto, dijo Mónica a la Voz de América, tuvo una primera fase que se llamó Pajarito Caucana, con el objetivo de trabajar las nuevas narrativas enfocadas en la tintorería natural.
“Nos encontramos por casualidad con la hoja, en otro proyecto, donde estábamos proponiéndole a una asociación de artesanas que comenzaran a tinturar con plantas locales. Entre esas, obviamente estaba la coca y, cuando estábamos haciendo el viaje diagnóstico… encontramos un libro de una diseñadora que se llama Marta Sastre, de los noventas, donde tenía pintura con seda y entre las plantas que manejaba estaba la hoja de coca”, contó Súarez, diseñadora textil, a la VOA.
Según recuerdan, una artesana se encargó de llevar las hojas, de las cuales sacaron las primeras muestras y la paleta de colores, que iban desde los amarillos y verdes, y que no son tan fáciles de obtener en la tintorería natural.
“Sacamos una primera línea, junto a ellas, de prendas tinturas con hoja de coca, que tuvo un éxito comercial impresionante, y a partir de ahí, tanto nosotras como ellas nos dimos cuenta del potencial creativo y comercial tan grande que tiene la hoja de coca como pigmento”, agregó Suárez.
Desde entonces, su empresa Ginger Blond comenzó a trabajar en este proyecto denominado ‘Tinta dulce’, el cual les ha permitido colarse como diseñadoras, en algunos espacios donde nunca lo hubieran imaginado, como la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas (CND), en Viena, en discusiones del Ministerio de Justicia de su país y en otros espacios públicos y privados donde han podido compartir su conocimiento.
El proyecto comenzó con la tintura natural en fibras naturales, pero el material se ha ido transformando y ‘Tinta Dulce’ ya cuenta con tintas para textiles, serigrafías, impresiones y acuarelas.
Según Daniela, diseñadora editorial, la tinta como recurso creativo, “se puede usar en imprentas, y ha tenido tiradas grandes de más de 1.500 ejemplares… Otro es el de la tintorería natural en fibras naturales, que puede ser usado tanto en artesanía como en moda”. Incluso, artesanas colombianas ya han vendido sus productos basadas en este proceso.
Además, trabajan con una cooperativa productora de fique para desarrollar una carta de color para que, más adelante, puedan vender el material tinturado con coca fuera de Colombia.
¿Cómo hacen el proceso?
En el caso de la tintura natural, el proceso consiste en dejar en la harina u hoja de coca molida en agua caliente o fría, según el proceso que se vaya a desarrollar. Después de que suelte el color, se cuelan los residuos y, posteriormente, se colocan los tejidos o las fibras a ‘cocinar’ dentro del líquido sin hervir para, finalmente, sacar la fibra tinturada, lacarla y secarla al sol.
Para fijar el color, se usan otras sustancias denominadas mordientes. Del trabajo con las fibras naturales, quedan residuos que luego se usan en la serigrafía.
También se usan otros modificadores de Ph, como el bicarbonato o ácido ferroso para obtener colores, como el amarillo, el rojizo. Para sacar la acuarela, el proceso es similar a la de la tintura natural.
En la tinta de impresiones, el proceso depende del tipo que se quiera usar. Si es para papel o textiles, se mezcla la harina de coca con alguna base y, como esta tinta se oxida, el color varía.
Contacto con las comunidades
Además de lograr este trabajo con las artesanas, bajo el eje del desarrollo económico, Mónica y Daniela también tienen como propósito crear nuevas narrativas alrededor de la hoja de coca.
A propósito, han desarrollado talleres en el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá (MAC), con el uso de la acuarela sobre bordados con hilos de seda, tinturados con hoja de coca. Además participaron en la iniciativa ‘Coca, palabra, mundo’ en Nueva York, organizada por Open Society Foundations.
“La gente queda como muy conmovida cuando tú puedes ver este otro lado tan lindo de la hoja de coca”, confesó Mónica.
“En Panamá, nos centramos trabajando con el museo que es más el enfoque artístico que tiene la hoja alrededor del color y también nos interesa mucho, de cierta manera, como abrir mercado para estos usos lícitos de la hoja de coca que están empezando a surgir en Colombia”, añadió.
Y, en este sentido, han invitado a diseñadores y artistas a que conozcan los procesos y los usen en sus prácticas.
En Colombia, sus talleres también han sido profundos. En el municipio de Ubaté, en el interior del país, reunieron a diferentes grupos de artesanas, quienes ya tenían conocimientos de los tintes naturales y allí pudieron darle color a materiales como fique, lana, algodón, seda, fibra de piña, elementos que incluyeron dentro de sus portafolios.
En Bogotá, también han trabajado con periodistas, antropólogos, artistas y profesores para, precisamente, enfatizar en el uso y el valor que tiene la hoja de coca.
Además, elaboraron un Manual de tintas, en el que se explica el paso a paso para adquirir la tintura, la acuarela y la tinta para impresión y serigrafía. Así como Pajarita, cuaderno para colorear, que incluye crayolas elaboradas con la harina de la hoja de coca y está dirigido a los niños para que, a través de ilustraciones de aves, además de tener una experiencia artística, interioricen un concepto más amable de la planta.
¡Conéctate con la Voz de América! Suscríbete a nuestros canales de YouTube, WhatsApp y al newsletter. Activa las notificaciones y síguenos en Facebook, X e Instagram.