El miércoles pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) proclamó una emergencia sanitaria internacional debido al brote de «mpox» (la viruela del mono). Esta decisión siguió al anuncio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África, quienes calificaron el brote como una emergencia de salud pública de importancia continental, después de confirmar 15,000 casos y 461 muertes a causa de este virus (un incremento del 160% en los diagnósticos y un 19% en los decesos en comparación con el mismo período del año previo).
La aparición de una nueva variante de «mpox» en la República Democrática del Congo y su propagación a países aledaños es alarmante. Durante una conferencia de prensa, Adhanom Tedros Ghebreyesus, director general de la OMS, subrayó que «una respuesta internacional coordinada es esencial para contener este brote y salvar vidas».
El virus de la «mpox» se divide en dos cepas genéticamente distintas: la cepa de la cuenca del Congo, que resulta más virulenta, y la cepa de África occidental, que generalmente provoca una enfermedad menos severa. La transmisión de mpox ocurre a través del contacto directo o indirecto con los fluidos corporales, sangre o lesiones cutáneas de animales infectados. En humanos, el virus se puede transmitir de persona a persona a través del contacto cercano con secreciones respiratorias o lesiones cutáneas de una persona infectada, así como mediante objetos que hayan sido contaminados recientemente.
Suecia recientemente confirmó el primer caso de «mpox» en Europa, lo que intensificó la alerta global.
Además, la novela de éxito «Soy Pilgrim» de Terry Hayes, que será adaptada al cine próximamente, explora la posibilidad de un ataque terrorista usando una cepa de viruela.
El último contagio natural de viruela se identificó en octubre de 1977, y en 1980, la OMS declaró oficialmente la erradicación de la enfermedad a nivel mundial. Fue un flagelo que mató a 300 millones de personas solo en el siglo XX, y en sus últimos 100 años causó la muerte a 500 millones de seres humanos. Hoy, la variante de «mpox» plantea un nuevo desafío para la humanidad.
Pero no solo esta variante de la viruela representa una amenaza para la salud global. En los últimos cinco meses, una cepa mutada del virus de la gripe H5N1 detectada en el ganado lechero ha aumentado el riesgo potencial de una pandemia. El resurgimiento de esta gripe H5N1 en humanos y animales demuestra que persisten graves deficiencias en el sistema sanitario mundial post-COVID-19.
El virus H5N1 fue identificado en la década de 1990 y ha continuado mutando en los últimos 20 años, afectando a millones de aves y extendiéndose a cerca de 40 especies de mamíferos, aunque todavía no se transmite fácilmente a humanos, muestra un alto potencial de riesgo.
A pesar de la experiencia con el COVID-19, los planes de respuesta a pandemias de la OMS y de las principales naciones siguen siendo insuficientes y no ofrecen un esquema realista y eficaz para enfrentar una posible pandemia.
Las costumbres y movimientos de población, como el turismo masivo y los movimientos migratorios no regulados, continúan. Aeropuertos, como el de Barajas, y puntos de llegada de inmigrantes, como Canarias o Lampedusa, que reciben constantemente una masiva afluencia migratoria, se convierten en focos críticos para la expansión de nuevas epidemias.
Es crucial que las naciones tomen conciencia del riesgo y se preparen para enfrentarlo. Esta movilidad facilita una rápida propagación de contagios, lo que dificulta la capacidad de respuesta de las autoridades sanitarias. Recordemos con el COVID-19 lo que ocurrió con los llamados «super-spreader» o «súper-contaminadores». Estos eran «pacientes 0» que, sin saberlo, contagiaron a numerosas personas en su camino.
También es esencial mejorar las contramedidas médicas que los gobiernos implementan para combatir los virus de la gripe, los coronavirus y otras enfermedades infecciosas de fácil transmisión. Esto incluye vacunas, tratamientos farmacológicos y pruebas de diagnóstico, así como mejorar el diseño y la fabricación de equipos de protección personal de manera rápida y en cantidades suficientes.
Los gobiernos deben comenzar a invertir significativamente en la investigación y desarrollo de vacunas, creando vacunas universales contra la gripe, los coronavirus y otros virus (como la viruela símica) que proporcionen protección contra múltiples cepas y ofrezcan una protección duradera durante períodos prolongados. Estas vacunas deben poder fabricarse rápidamente y distribuirse globalmente.
Idealmente, estas vacunas deberían producirse y administrarse de manera rutinaria a la población general antes de que surja un virus pandémico y estar fácilmente disponibles en países de ingresos bajos y medios. Los investigadores necesitan más apoyo gubernamental y financiero para alcanzar resultados en plazos cercanos.
El costo de estas medidas será elevado, pero la extensión de una nueva pandemia podría ser mucho más mortífera que una nueva guerra.
La seguridad biológica es tan crítica como la seguridad militar.
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