Los sistemas de agua y saneamiento de Gaza están destrozados. Desde la escalada del conflicto, la capacidad de producción de agua potable se ha reducido drásticamente debido al insuficiente suministro de energía y combustible que alimentan las unidades de desalinización y las estaciones de bombeo. En el norte, la población no tiene apenas acceso a agua potable y existe una grave preocupación por la deshidratación y el brote de enfermedades.
A esto se suma la destrucción del sistema de alcantarillado, que está provocando inundaciones de aguas residuales; los problemas para examinar la calidad del agua por la falta de dispositivos de análisis y el cloro, cuyo acceso a la Franja está restringido.
La recolección de agua se ha convertido no solo en una carga diaria, sino también en una tarea que pone en peligro la vida. En los refugios del sur, los baños y duchas disponibles para la enorme población desplazada son muy limitados; más de 800 personas comparten letrina y más de 3.000 comparten ducha; en la mayoría de estos refugios no hay acceso a jabón ni materiales de limpieza. Estas terribles condiciones de agua y saneamiento han producido un aumento de las enfermedades e infecciones en un contexto donde el sistema de salud ha colapsado por completo.
Las necesidades humanitarias son colosales. La situación es particularmente preocupante para los niños y niñas, las mujeres embarazadas y quienes padecen enfermedades crónicas. La única manera de detener el sufrimiento y evitar que se pierdan más vidas es un alto el fuego inmediato, y el acceso de la ayuda y personal humanitario, pleno, seguro y sin obstáculos a través de todas las vías terrestres.
Es urgente; nos va la humanidad en ello.
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